martes, 2 de noviembre de 2010

Corregimiento La Bermeja Baja, Balboa


Tallerista: Raúl Ledezma

Después de pagar 8000 pesos por un pequeño trozo de pescado en el corregimiento de El estrecho, Patía, y de más de dos horas por una carretera que en ciertas partes –claramente- se transita más rápido a caballo, llegué finalmente a La Bermeja Baja, corregimiento del municipio de Balboa Cauca, alrededor de las 5:00 de la tarde del domingo 24 de octubre. Salimos a las 9:30 AM de Popayán y para el lunes siguiente había acordado llegar al colegio de la localidad para la implementación del taller de formación en recepción crítica Mirando cómo Miramos. Lo primero fueron malas noticias. En compañía de una de las docentes de la región a quien conocía con anterioridad y quien me había ayudado a establecer el contacto, arribamos al domicilio del rector de la institución para concretar la cita. Desde el principio don Elvio Zuñiga mostró una idea vaga sobre el hecho específico de mi visita. Al reiterarle la razón de ésta y la parte que debía garantizar el colegio para su total cumplimiento, el señor manifestó que al día siguiente comenzaba la Semana Deportiva en la institución y que tanto profesores como estudiantes y padres de familia iban a estar muy ocupados, pues se trata de un evento en el que participa toda la comunidad y con el cual se recogen fondos para el colegio. Sí, eso me lo habían alcanzado a comentar por teléfono, pero esa vez me dijeron que incluso era mejor aprovechar esa semana porque así los muchachos no perdían clase. Desde su tranquilidad inmóvil, recostado en la cama, el rector me preguntó –casi sugiriéndome- que si el asunto no se podía aplazar para la semana siguiente. Eso me desconcertó sin medida. Con las explicaciones pertinentes dejé claro que yo no podía volver, entonces acordamos encontrarnos en el colegio a las 8:00 AM del día siguiente.

Efectivamente se inauguró la Semana Deportiva. Partidos, reinado, comisiones, música, y, salvo las manifestaciones de preocupación de algunos profesores que conocí entre la noche anterior y esa mañana, todos se ocupaban de sus funciones sin que nadie se dedicara específicamente a resolver lo concerniente a mi situación. Me encontré vagando por las instalaciones. Al rato pidieron que comenzara con algunos estudiantes que estaban libres, expliqué que eso era imposible ya que, como sabemos, el taller está diseñado para los 16 asistentes de principio a fin. Al llegar la tarde, con un rector más consiente de la situación y gracias a la voluntad de algunos profesores, pudimos comenzar con el taller. La turbulencia había terminado. En un principio la interacción no fue muy fácil, cuestión perfectamente normal para tal situación. Pero pronto el ambiente empezó a ceder y al terminar esa primera jornada ya la tensión había disminuido considerablemente. Se notó un poco más la participación. Concretamos en conjunto los horarios de las próximas sesiones y nos despedimos, a los asistentes parecía agradarles el tema. Exceptuando la inasistencia de una de las participantes, el resto sólo fue bajada: con la segunda sesión se incrementó notablemente el interés, pues además de exponer un mayor material visual, los asistentes pudieron manejar la cámara de video y realizar algunos ejercicios, de ahí en adelante el desarrollo del taller se hizo dinámico, rápido y agradable. Al final hubo manifestaciones de agradecimiento; visiblemente complacidos y con la amabilidad que los caracterizó durante toda mi estadía no dejaban de invitarme a visitar nuevamente su comunidad. Aunque –de igual forma- hicieron notar su incomodidad por las molestias que generó la coyuntura. Aseveraron que en otra situación, sin afanes, sin tanto ruido, se habría sacado un mejor provecho del programa.


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